jueves, 17 de marzo de 2011

Noticia sobre educación

La obediencia es uno de esos valores enaltecidos hasta la saciedad por un imaginario social y un sistema educativo tradicionales. Ocupa tal lugar en la jerarquía de valores, comportamientos, actitudes y maneras de ser, que pocas personas se atreven a poner en duda sus maneras de aprendizaje. Peor aún, poco reflexionamos sobre los efectos o consecuencias de otorgarle tanta importancia.

Quienes somos padres y educadores, sabemos cuán importante es que hijos y estudiantes sigan instrucciones que van a permitirles mejores desempeños, que “nos hagan caso” en lo que les pedimos, que la obediencia sea una práctica. Es decir, no estoy en una condena absoluta a la obediencia, porque eso sería una contradicción enorme y porque, colocada en su justo lugar, todos y todas la necesitamos, y la ejercemos.

La mirada que necesitamos hacer a la obediencia, pedagógicamente hablando, es aquélla que nos permita descubrir si en la lucha por “formar seres obedientes”, no vamos convirtiéndolos en seres sumisos. Si le damos muchísima importancia al aprendizaje de la obediencia, tenemos que recordar que los adultos educadores (como seres humanos que somos), podemos fallar en lo que pedimos y exigimos, y si forzamos a la obediencia, ésta puede ir en contra de la mismísima verdad. Incluso si forzamos a la obediencia, puede ocurrir que niños, niñas y adolescentes vayan aprendiendo a obedecer todo, aunque vaya en contra de sus propios pensamientos, valores y sentimientos. Y eso ya deja de ser obediencia para convertirse en sumisión.

Y aquí es donde aparece una gigante preocupación: formar seres sumisos es una de los ¡peores frutos que la educación puede lograr! Así mejor no eduquemos a nadie!

Cuando el adulto que, incluso con las mejores intenciones, doblega el comportamiento y pensamiento autónomo (que pretende ser autónomo), cuando logra que “se haga siempre su voluntad”, aunque ello afecte la dignidad de los niños y jóvenes que pretende educar, lo que hace es “ganar una batalla”, pero regalándole al país generaciones de adultos que nunca se enfrentarán a los poderes opresivos, que nunca levantarán la mano para externar su opinión libre y consciente (aunque esté equivocada), que nunca lucharán por construir una nueva realidad.

Un niño o joven que, desde una postura consciente y bien razonada, asume una postura distinta a su educador, que se atreve a pensar y expresar cosas distintas al docente, que incluso no obedece algo que va en contra completamente de sus valores y sentimientos, ¡es un joven de mucho valor, mucho futuro y mucha admiración! (Aclaro que no me refiero al que desobedece por desobedecer, al rebelde sin causa, al que se opone a todo sin razonamiento, sin reflexión profunda, sin tener valores o actitudes propias).

Pero está claro que el ejercicio educativo (el escolar, principalmente) se enriquece, se practica y “se vuelve exitoso” gracias al ejercicio extremo, acrítico e irrespetuoso de la desobediencia. Ver aulas llenas de niños y niñas que al menor movimiento de la maestra o maestro, se callan. Que nunca opinan algo distinto. Ver aulas “comandadas” por docentes que con la cara dura, autoritaria y dinosáurica, gozan del más alto prestigio (porque sus alumnos aprenden, porque obedecen ciegamente, porque nunca hacen bulla). Ver todo eso, basado en la obediencia y ésta en la visión autoritaria del mundo, ha sido la fuente de la que se nutre la educación más dañina para la plenitud y la alegría de la vida.

Fuente: siglo21.com.gt

4 comentarios:

  1.  Me parece que el artículo es muy acertado ya que como educadores no debemos de fomentar la sumisión en nuestros alumnos, ni mucho menos el asociarlo con el término obediencia.
    Es trascendental que se inculque al alumnado y a toda la población joven en general de una forma que posean una capacidad de generación de opiniones fundamentadas en un marco de obediencia en cuanto a respeto hacia la opinión de los demás, capacidad evaluativa, de toma de decisiones y de crítica.

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  2. Definitivamente existe una gran diferencia entre la obediencia y la sumisión, queda claro debemos inculcarle a los demas que tengan la suficiente capacidad para saber distinguir y cuano se les insta a se obedientes y cuando se les esta guiando bajo sumisión.

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  3. En mi opinión la obediencia es importante porque es un simbolo de respeto hacia nuestros superiores. Creo que la obediencia es importante en la relacion del alumno y el educador pero tambien es importante permitir que el alumno pueda expresarse y exponer sus puntos de vista aunque algunas veces estos difieran a los ideales del docente, puesto que como se mencionó en el artículo, no se trata de formar seres sumisos, sino que se formen personas que sepan respetar, obedecer y tambien tener una opinión libre y un criterio propio.

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  4. Lamentablemente ese ha sido uno de los factores que afectan a la sociedad guatemalteca, la sumisión, a consecuencia de ello el crimen es impune, políticos vacían las arcas del estado, aumentan impuestos, crean desempleo… y su castigo? Arresto domiciliario…
    Es increíble que todo esto se permita y en ocasiones se convierte en un suceso normal; pero es más interesante saber que los guatemaltecos no hagan valer su opinión porque en su infancia se les haya instruido en la obediencia absoluta (sumisión) y es que esto no se da solo a nivel educativo; sino que en el hogar se observa como los padres pretenden ejercer ese tipo “obediencia absoluta”, incluso se jactan de ella, diciendo: -“mi hijo me obedece, solo una mirada y ya sabe” Es necesario cambiar este modelo de educación dictadora en donde el alumno no puede ni parpadear ante el profesor, por otro que le permita al alumno tener en cuenta su propio juicio…

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